Pavese - Calvino
Una carta de Calvino de
1965. Se adelanta a lo que treinta y cinco años después Frédéric Pajak abordará
como una ensoñación turinesa: la presencia de Nietzsche a orillas del Po y sus
huellas en Pavese. Calvino le escribe a Grazia Marchianò para expresarle sus
impresiones acerca de un texto en el que ella compara su obra con la de Elémire
Zolla. Aunque le formula alguna objeción, se muestra de acuerdo con la relación
Zolla-Calvino, tema central de la tesis de Marchianò. Sus discrepancias se
dirigen hacia otros aspectos como los nexos entre algunos nombres que le
parecen traídos al azar, y, sobre todo, al tratamiento que ella le otorga a
Pavese. Con su habitual franqueza, Calvino le pregunta:
“¿Pero por qué ahoga a Pavese, que es tanto más grande y complejo y
culto y consciente y poeta que todos los otros nombrados (y él sí, piamontés,
no sólo porque estaba totalmente arraigado en su región, sino porque se había
construido una poéitca a partir del hecho de haber salido de una región no
poética por excelencia), en medio de nombres menores o mínimos?”.
Al albacea editorial de
Pavese (primer lector del manuscrito de El oficio de vivir), un intelectual
de lucidez insobornable, no podía pasarle inadvertido el indiscriminado
tratamiento que en esas líneas recibía su admirado maestro. Después de
formularle la pregunta, Calvino le ofrece a la autora una ruta novedosa de
investigación. Le dice:
“Podría usted hallar una clave para una disquisición muy rica y todavía
inédita: trazar la genealogía de un nietzscheanismo turinés, que tuvo en Pavese
su representante más original (como recuerda usted, Turín es la ciudad donde
Nietzsche enloqueció) y que contrasta y con más frecuencia se suma al famoso
racionalismo e historicismo piamontés (del que en cambo se ha hablado siempre
muchísimo)”.
Tras lanzar ese guante, que mucho después recogería Pajak, el autor de “Las ciudades invisibles” le dedica un párrafo a las “caracterizaciones regionales” de la literatura, deplora su actual beligerancia y lamenta que no se limiten a producir cuadros de ambientes intelectuales históricamente minuciosos, que así sí valdrían el tiempo y el esfuerzo en ellas invertidos.
Al final, Calvino,
lector de oficio como era, se refiere al estilo y le regala esta sabia
observación:
“…permítame que le diga también lo que pienso de su estilo: está
demasiado ‘escrito’ (sobre todo al principio), demasiado cargado de intenciones
expresivas. El crítico debe imponer sus ideas, no su voz. Con esto no quiero
decir que sea admisible un crítico desaliñado, como algunos de nuestros
jóvenes. Pero usted habla de su interés por Roland Barthes, que es tal vez el
crítico contemporáneo que más admiro. No es sólo un crítico inteligentísimo
sino un excelente escritor, justamente como prosista, y fíjese cómo sólo carga
la palabra cuando debe enunciar una nueva idea.
Tome mis observaciones como una prueba del interés que su
trabjao despierta en mí y de la gratitud por la atención que ha dedicado a mis
obras”
Si una una noche de
invierno un lector… Era el 21 de diciembre del 65.
--
(Italo Calvino Los
libros de los otros. Correspondencia 1947.1981)