Durero
Domingo de neblina y lluvia. Las seis en el
reloj, con su media hora adelantada. Disfruto del tiempo que retorna y de su
dulce penumbra en la mañana.
Y la presencia imprevista de unos versos de Leopoldo
Marechal:
El caballo es hermoso como un viento
que se hiciera visible,
pero domar el viento es más hermoso
y el domador lo sabe.
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