Monday, December 31, 2007

Pavesianas (VI). El poeta despide el año con la agilidad del gato

Estudio de Pavese

Cierro este año 39 en un estado de anhelo,
seguro de sí.

Poseo
intelectualmente
la agilidad y la fuerza contenida del gato.

No he desvariado.
He vivido para crear.
En compensación
he temido mucho la muerte
y he sentido el horror del cuerpo
que puede traicionarme.

Ha sido el primer año digno de mi vida.

Thursday, December 06, 2007

No soy el gato de Pavese


Yo soy el gato, pero no soy el gato de Pavese.

Soy, en verdad, el gato que salió de la habitación 49 del Hotel Roma ese día.

Pero aunque sólo pasara por allí,
déjenme decirles
que todavía lo veo cuando viene la muerte...

Sunday, February 18, 2007

Pavesianas (V)


Trato de elevar mi alma
y de decirle a ese árbol
que voy por sus ramas
como cuando chico.

Sopla el viento
y las ramas dejan caer
las gotas de agua
retenidas en sus hojas.

Una sola gota me bastará
para la verde elegía de esta mañana.

Saturday, February 03, 2007

Pavesianas (IV)



Desmemoriado,
detenido frente a un campo,
frente a un cielo claro,
me sorprende la furia repentina
de no ser más yo.

Yo no existo.
Existe el campo.
Existe el cielo.



(Ilustración: Cielo y campo. Irma Bernasconi)

Monday, January 15, 2007

Pavese y Ninfa


Lectura de la mañana: el díalogo entre Leucótea y Ariadna en el libro de Pavese, “Diálogos con Leucó”. Leucó le dice a Ariadna: “...los dioses son el lugar, son la soledad, son el tiempo que pasa (...) Ahora estás sola y esperas a un dios (...) ...es un dios nocturno. No temas”. La ninfa Leucótea acaba de aparecérsele como mensajera de Dioniso, quien pronto vendrá a rescatar a Ariadna, definitivamente abandonada por Teseo.

Interrumpo. Ninfa, la conserje, acaba de tocar la puerta. Viene a limpiar el apartamento.

Ninfa se llama Ninfa. No es un invento literario para armonizar con mi comentario anterior. Por algo se llama Ninfa. Por algo llegó en este momento.

Saturday, January 13, 2007

Pavesianas (III)

Torino

Terminé la noche en el café de la estación.
Todas las calles estaban vacías.

Aquí la niebla era el vapor de la máquina express,
y un olor más frío que venía de afuera.

Era olor del carbón y de los trenes.

Dios me gustaba en esa madrugada.
Todos dormían. También Linda.

¡Si hubiera tenido la guitarra!

Pavesianas (II)

Constance Dowling

Pensando en ellas el 14 de enero de 1950

Volviendo a pensar
en las hermanas Dowling.

Sé que he perdido una gran ocasión...

He aquí que Roma
se colorea en el recuerdo.

Friday, January 05, 2007

Pavesianas (I)


No sé si vengo de la colina o del valle,
de los bosques o de una casa con balcones.

Este pueblo, donde no he nacido,
durante mucho tiempo fue para mí
el universo.

En él se cultiva la uva
y se vende en Canelli,
se recogen las trufas
y se llevan a Alba.

Para mí las colinitas de Canelli
son la puerta del mundo.

Wednesday, January 03, 2007

Sólo faltó el gato

Habitación 49 del Roma

El poeta había escrito en 1940 lo que podría considerarse una premonición de su muerte, que ocurrió, como se sabe, en 1950 en el "Roma" de Turín (habitación 49, tercer piso). El poema se titula El paraíso sobre los tejados y forma parte de Lavorare stanca. Copio sus nueve estrofas finales:

No será necesario abandonar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestirlo todo
con una tranquila claridad, casi una luz.
Una sombra pálida se posará sobre el rostro supino.
Los recuerdos serán como grumos de sombra
aplastados, semejantes a viejas brasas
en el camino. El recuerdo será la llama
que aún ayer mordía en los ojos apagados.

(Cesare Pavese, El paraíso sobre los tejados)

El oficio de sufrir

Otto Dix
Italo Calvino se encuentra ante un manuscrito de Pavese. Nada menos que ante El Oficio de Vivir. Se acerca al voluminoso portafolio y lo abre, sólo después de vencer la reverente inhibición que le suscitan las páginas íntimas de su admirado amigo. Einaudi le ha encargado la edición y el prólogo del diario de Cesare Pavese, a casi dos años de la muerte del dolido piamontés. Con una mezcla de respeto pudoroso y de mirada atenta de editor, Calvino inicia el recorrido que le permite descubrir la terrible procesión que por dentro llevaba el más lúcido y sufrido de los escritores italianos del siglo XX. No hallará la descripción minuciosa de decepciones y fracasos amorosos, sino el tenaz efecto de los mismos. No se topará con los relatos de rechazos y desdenes, sino con sus secuelas. Italo Calvino verá el terreno ya devastado, así como el esfuerzo inmenso de Pavese por recuperarlo, día tras día, palmo a palmo. Creo que más o menos así lo dice en alguna parte el autor de Las ciudades invisibles.

En las páginas de El Oficio de Vivir un hombre contrariado y solo, reflexiona y lucha. Con secreto heroísmo, Pavese escribió en ese libro mucho más que una poética o una teoría literaria: escribió la historia de un incendio inclemente y continuado: el de su alma.