Sunday, April 16, 2006

La espiral de la memoria

Ayer trataba de recordar una frase de Otero Silva dentro de las palabras que pronunció en el acto del sepelio de Picón Salas. Pensé que la frase era “la aciaga alborada del 65”. Sin buscarlo (cosa que iba a hacer después) di hoy con el discurso de Otero. La frase está al inicio del párrafo que sigue:

No con claror de alborada sino con aciago resplandor de tempestad ha despuntado este año de 1965, cuyas primeras horas le han desgajado dos de sus ramas más señeras, dos de sus nidos más cálidos, al árbol de la cultura venezolana. A pocos pasos de esta tierra removida por nosotros están sembrando en este mismo instante nuestros músicos el limpio corazón de Juan Bautista Plaza, su armoniosa mente creadora, sus guiadoras manos de maestro. // Aquí los escritores acompañamos el entierro de Mariano Picón Salas, sobrecogidos por un oscuro golpe que no presentíamos, sin darnos cuenta aún de lo que hemos perdido, sin comprender aún que al filo de esta muerte queda inconclusa una de las obras más diáfanas, más elevadas y más profundas en la historia de la literatura venezolana”.

“Aciago resplandor de la tormenta” se oponía a “claror de alborada”. Mi memoria no retuvo los dos elementos sino que los fundió en una especie de oximoron: “Aciaga alborada”. Ahora me encuentro con “aciago resplandor” y recuerdo a Jorge Guillén y sus “resplandores hostiles a la muerte” y también su “albor”, su claror, su alegría de la mañana. Lo cierto es que la palabra “aciago” la aprendí ese día del 65 en que me enteré de la muerte de Picón Salas. Después la encontraría en un verso de Octavio Paz: “el aciago fulgor de la desdicha” (Piedra de Sol). Confieso que es un vocablo efectivo que preferiría no usar nunca. Leo en el diccionario que la palabra significaba “egipcio” en latín y tenía que ver con mal agüero. Vade retro.

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